Despistados


Llaman a la puerta y pienso, todavía tirado en la cama, exhausto de pasión, en cuánto me fastidia ese amor casi adolescente que nos hemos impuesto. Vale, fantaseo mucho. En realidad ella se ha ido a trabajar hace unos minutos, así que no es que haya salido corriendo a su casa para que sus padres no notaran su ausencia y su cama sin deshacer. Pero como aún no vivimos juntos, fantaseo con eso. Tal vez aún esté dormido.

No, no duermo. Llaman a la puerta, es un sonido desagradable que reconozco perfectamente. Pienso en qué se habrá dejado hoy. Ella es un despiste viviente, o así se vende, aunque todo es discutible.

Me levanto medio zombi, me pongo lo primero que encuentro, que es una camiseta de algodón de los Ramones que anda tirada por el suelo y me dirijo a la puerta. El timbre ya ha sonado tres veces, pero ya sabemos que los timbres nunca se cansan de sonar. Andando por el pasillo pienso en que debe ser algo importante lo que haya olvidado, pero no he visto sus bragas tiradas en el suelo.

Abro sin mirar, "¿qué te has dejado hoy, chiquilla?". Un señor con corbata que no es mi novia y una señora con un vestido que tampoco es mi novia, que parecen recién aterrizados de un viaje en el tiempo desde los años 70, me miran estupefactos con un ejemplar de la revista Atalaya en la mano.

Creo que piensan que no tengo perdón de Dios y, por eso, tras unos instantes iniciales de sorpresa y de sangre encendiendo sus mejillas, salen corriendo escaleras abajo sin liberarme de mis pecados.

Yo, por mi parte, mientras cierro la puerta y me dirijo a la cocina a por un café, no pienso ni en Dios ni en el perdón de los pecados, si no en el picor que me ha entrado en la entrepierna y en rascarme para aliviarlo.

... a veces nada es como pensé,
no puedes esperar lo que nunca llegará ...
En audición: La Buena Vida "Autobuses"

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