Cartas a M


Querida M.:

Las noches están empezando a volverse demasiado frías sin ti. Las sábanas que cubren mi cama se me aparecen como vastas y yermas extensiones de terreno privadas de la presencia de tu calor. El sofá es aún peor. En el sofá mis manos te buscan con desespero, intentando acercarte a mi huequito y que te acurruques en él, en una lucha en vano pues tú no estás en el sofá. Ceno solo en la cocina pensando en otras cenas compartidas entre risas y mimos. En el baño, mientras me lavo los dientes, busco tu reflejo en el espejo, que aparezcas detrás de mí y me abraces dulcemente. Sentado en el baño dejo la puerta abierta por si te apetece iniciar una conversación de esas que a mí aún me siguen pareciendo tan extrañas por lo poco acostumbrado que estaba a hacer algo en ese momento tan íntimo que no fuera leer. Ordeno mi ropa en la silla de la habitación y en las perchas y sigo dejando hueco para la tuya, aunque sepa que no va a hacer falta esta noche tampoco. Me siento en la cama unos segundos antes de acostarme y me da por hablar con no sé exactamente quién, alguien invisible que no eres tú, y por pedirle por ti y por mí, por los tuyos y por los míos. No ya por la redención de nuestras almas si no porque se puedan juntar y así aliviar este frío y triste otoño. Al final, aunque luche contra él, mi cuerpo acaba dormido, vencido a partes iguales por el cansancio y por los recuerdos. Y vienes tú, con el servicio de habitaciones nocturno a recoger lo que dejé para ti y a entregarme lo que traes para mí, instante al que ya me he acostumbrado y no me atrevo a despertarme para no romper el encanto.

Amor mío, las noches son tan frías y tu recuerdo es tan cálido.

... Bárbara es del fuego,
es el mago de la luz;
a su isla llevé mis cenizas
y ni hay regreso, ya quemé mis naves ...
En audición: Presuntos Implicados "Bárbara del campo"

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