Pegado a las palabras (II)


- La luna va cayendo en jirones blancos sobre el mar oscuro, hasta que roza tu pelo y se queda en él para iluminarlo.

En realidad sólo habían caído cuatro gotas mal contadas. Era evidente que no era tiempo de lluvias. Él no entendía porqué ella se había enfadado de esa forma y se había enfurruñado y perdido en la manta.

- Ya sé que estos versos no son muy buenos. Puede que ni siquiera estén bien construidos, seguramente fallen la métrica y la rima. Pero si dejas que la luna bañe tu pelo se harán realidad.

- Esos versos deben de ser tuyos. Porque, la verdad, son patéticos. ¿A quién quieres conquistar con eso? - Y mientras decía eso mezclaba las lágrimas con unas irrefrenables ganas de reír.

- Dame tiempo y los mejoraré.

Ella se dio cuenta de que no estaba sola. Las estrellas habían vuelto a esa playa y, en el ambiente, flotaba una sensación de bienestar que la reconfortaba y que no se podía ocultar.

- Pero si vas a quererme por ser poeta, mejor no me quieras, porque te voy a fallar. Yo era poeta cuando estaba triste, escribía desde el desespero, desde la añoranza, desde la tristeza profunda, así eran mis versos: negros y oscuros. Y todo eso pertenece al pasado remoto. Y a ti te quiero con luz y alegría, con sol y verano, con luna llena y estrellas.

- Te quiero por ti. Y no te necesito ni poeta ni borde.

Al final esa noche acabó entre labios y saliva, sin dejar huella negativa, como otra historia feliz.

... no creo en la eternidad de las peleas
ni en las recetas de la felicidad ...
En audición: Jorge Drexler "Sea"

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