Sucedió en un bar


Con el tiempo le echamos la culpa a tu torpeza natural y no a un posible estado de excitación nerviosa. Aquella tarde había quedado con unos amigos en el bar de siempre, pero aquella tarde fue diferente, reconozco que me retrasé un poquito y cuando llegué sólo quedaba libre la silla de al lado de "esa chica de pelo enmarañado y castaño" que no había visto antes. Era, al parecer, la amiga de una amiga. La mesa era grande, de hecho habíamos juntado un par de mesas, y estaban todos ensarzados en varias conversaciones, por grupos, por cercanías. La chica nueva hablaba con los dos que tenía enfrente y gesticulaba elocuentemente mientras yo pedía un refresco al camarero. No le dí mayor importancia, pero por un momentó pensé en lo que podía pasar con tanto movimiento de manos y brazos, así que cuando el camarero dejó el refresco en la mesa no fue extraño para mí que una buena parte de líquido acabara derramado en mis pantalones empujado por sus ágiles brazos. Roja como un tomate le entró un ataque de risa histérica mientras intentaba "frenar la hemorragia" con servilletas de papel. No sé cómo apareció entre sus manos una bayeta de color amarillo con la que intentaba secar la tela de mis vaqueros entre risas y carcajadas. Yo, más sorprendido que enfadado, no pude evitar quedarme colgado de esa risa fresca que le salía de entre esos finos labios y blancos dientes. Al parecer ella se dio cuenta que a mí también se me subieron los colores ante tan embarazosa situación, pero, claro, con el tiempo la pude convencer de que nadie está preparado para que le tiren la bebida encima y para que, encima, al girarse uno, la infractora resulte ser la persona más interesante del mundo.

... se mueve con cadencia,
con la inocencia
de una princesa
que nadie toca ...
En audición: Maná "Hechicera"

2 rastros:

Sin pensárselo dos veces Anónimo garabateó:

Esa escena yo la recuerdo jajajaja, lo que se te ha olvidado decir que fueron dos cocacolas las que te cayeron en los pantalones (con intervalo de media hora cada una) jajaajaaaja. La verdad que fue divertido.

Sin pensárselo dos veces Xesc garabateó:

No fue exactamente así, porque a mí los que me tiraron las cocacolas fueron dos diablillos que para ser la primera vez que los veía no sé porque me tenían tanta ojeriza ya. Vale que con el tiempo se me coja, pero la primera vez ...

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