Diez años atrás


Valencia, veintinueve de abril de mil novecientos noventa y nueve. Estadio de Mestalla. Yo estaba. Por eso me acuerdo. Fue una noche histórica de esas ...



El Mallorca dobló la apuesta y a punto estuvo de hacer saltar la banca. No llevará a sus vitrinas la Copa del Rey, pero siempre será recordado como el vencedor moral de una final épica. Fueron casi tres horas de pasión incontestable que devolvieron la grandeza a una competición casi clandestina, a la que se aferran los poderosos para justificar los malos ejercicios. El Mallorca llegó a Mestalla con el premio anticipado de la Recopa, sin presiones adicionales, sin ansiedad, y con la modesta condición del outsider. Regresó a su isla con el pecho henchido y despertando las simpatías de quienes tienen la sensibilidad de inclinarse por el débil. Y anoche, más de media España futbolística estuvo con el conjunto mallorquín. La gran historia de esta final comenzó a escribirse a los seis minutos, cuando Amato, el factor desequilibrante por el que suspiran muchas equipos, rompió las cinturas de Giovanni y Nadal para servir en bandeja un balón a Stankovic, que colocó en las mismísima cruceta de Hesp. El globo de la sorpresa estaba hinchado. Era el globo de un equipo solidario, equilibrado y ordenado. El Mallorca, tras conseguir su preciado botín con el tanto de Stankovic, se dedicó a marcar el tempo del partido. Lo hizo manejando las pausas, el control del encuentro y desquició al Barça. Van Gaal no reaccionó hasta después de una hora. La maniobra y el cansancio del Mallorca empujaron al Barça, que encontró el gol en una acción de Giovanni culminada por Rivaldo. Mena reconoció su error y pidió perdón a la afición. Su entrada sobre Rivaldo le costó la expulsión y descompuso el mecano de Cúper. Romero fue más tarde expulsado por un Daudén Ibáñez que llevó el reglamento al límite. El Mallorca, con nueve hombres y Stankovic cojo, realizó entonces una defensa numantina ante un Barcelona volcado, que envió dos balones a la madera, de Giovanni y Pizzi. El último tramo del partido y la prórroga les convertía ya en los héroes del partido. Stankovic tuvo el penalty de la victoria en sus pies, con el portero rival vencido hacia su derecha viendo como el balón iba justo en la dirección contraria, pero unos centímetros más allá de la portería. El campeón lo decidió Hesp al parar el último penalti a Eskurza para cerrar una final que no tuvo perdedores.
... no hay mal que dure cien años,
no hay mal que no acabe bien ...
En audición: La Granja "La mala traición"

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