Una embajada residuo-cultural


[De la serie textos prestados (XLIX) ...]
(c) Pilar Garcés para el Diario de Mallorca

Que se queden quietos en sus sitios todos aquellos que pensaran manifestarse por las calles de la ciudad en protesta por el recorte de fondos que va a sufrir la cultura de las islas debido a la crisis. En serio, para que se lo gasten como se lo están gastando los actuales gestores, vale más que dicho presupuesto llegue a otros destinos, sean ajardinamientos de rotondas, desdoblamientos de carreteras o esponjamientos hoteleros. Que tiren por quinta vez el Parque de las Estaciones de Palma y lo vuelvan a levantar. Hasta la compra de una partida de ocho mil condones grabados con la reproducción de un cuadro, de esos que la tía de Letizia Ortiz ha ideado para el museo Thyssen, y su reparto a las puertas de Es Baluard, representaría una iniciativa artística estimulante y de altura en comparación con lo que cuecen nuestros organismos culturales locales. Los públicos, claro. Los que siguen tirando el dinero del contribuyente en actos de representación estratosféricos, como si no costase nada ganarlo.

La semana pasada, una nutrida delegación mallorquina (las otras islas apoquinan y ni siquiera acumulan puntos en su tarjeta aérea) viajó a Washington para protagonizar un único acto en la embajada española en la capital norteamericana. La velada consistía, según las explicaciones de la organizadora del Institut d´Estudis Balearics (IEB), en la colocación de unos cuantos paneles con paisajes del archipiélago, muestra de libros institucionales, degustación de una muy amplia selección de productos gastronómicos y exposición sobre el reciclaje de basuras en Mallorca. Escatología mezclada con geografía, o sea. Y algo para picar. Es de desear que los detritus y las galletas de Inca no estuvieran excesivamente cerca por el bien de los ilustres invitados al sarao. En tan heteróclita merendola al otro lado del océano se invirtieron como mínimo 25.000 euros, lo que usted, desgraciado mileurista, gana en un año. Y para secundar la propuesta volaron a Washington la presidenta del Parlament, Maria Antònia Munar, la consellera insular de Deportes Dolça Mulet, que justo durante las dos semanas previas dimitió de su cargo pero siguió cobrando su sueldazo con las bendiciones de la presidenta Armengol, y tres representantes del IEB, con su director Sebastià Serra a la cabeza. La coincidencia de cargos de Unió Mallorquina podría sorprender a sus socios del Pacte, o no; en cualquier caso se callarán si saben lo que les conviene.

Me imagino a los autodesterrados Duques de Palma de Mallorca, que asistieron al ágape, observando la chimenea de Son Reus, los contenedores amarillos y las compactadoras de plásticos, mientras paladeaban las exquisiteces de la cocina mallorquina. Me imagino a los orgullosos patrocinadores del evento soñando con la posibilidad de que Barack Obama apareciera por la puerta con Michelle, atraídos a partes iguales por el legado de Ramon Llull, la figura de fray Junípero Serra, el sabor del palo y la sabia transformación de la materia orgánica en compost por estos pagos. No pudo ser, pero no hay que desesperar y sí volver a intentarlo, a poder ser más lejos todavía, en Alaska o Hawai, que también son Estados Unidos. Cultura nos sobra, dinero público también y basura, no digamos.

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