Pies descalzos


Ella vuelve cansada del trabajo, son muchas horas de estar de pie, sin poder sentarse. Mientras ella se quita los zapatos y se pone cómoda, él prepara un barreño con agua caliente y sal. Ya en el sofá él le hace meter los pies en un agua salina que ella nunca encuentra demasiado caliente, pero sí relajante. Ella aprovecha para contarle cómo ha sido su día de trabajo y él la escucha con atención. Cuando el agua empieza a enfriarse más de la cuenta ella saca los pies del barreño y él se los seca a conciencia, cada día una toalla limpia. A continuación empieza a frotárselos con una crema exfoliante de menta. Él, con sus manos, va trazando círculos en el empeine, apretando entre los dedos, pasando sus pulgares por las finas líneas de los músculos, se detiene un ratito en el tobillo y en la piel más dura del talón. No hay centímetro de sus pies que no sea tenido en cuenta. A veces ella se ha quedado dormida en el trance. A él le encanta cuando sucede, por eso evita conversaciones pesadas mientras se está ocupando de sus pies, pero ella se enfada (entiéndase bien el tipo de enfado) al abrir los ojos a penas diez minutos después las veces que él deja que se quede dormida. Con la de cosas que aún tengo por hacer, se queja ella. Podré relajar sus pies, pero es imposible relajar su mente, piensa él, acostumbrado y sonriente a pesar del enfado de ella.

... construiste un mundo exacto
de acabados tan perfectos
cada cosa calculada
en su espacio y a su tiempo ...
En audición: Shakira "Pies descalzos, sueños blancos"

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