Esa mañana llovió. No fue una lluvia intensa ni prolongada. Más bien fue una lluvia necesaria, purificadora, con la fuerza justa para arrastrar los malos pensamientos y despejar el día.
Él se sintió mejor, lentamente, reflexivamente había llegado a la conclusión correcta.
Ella no vio llover pero, por no sé qué extraño motivo, cosas del amor tal vez que nos iguala y nos unifica pensamientos, también se sintió mejor.
Y si bien a veces los abismos se hacen insondables otras veces las distancias se acortan hasta tocarse.
Por la noche, el amor los hizo.
... nunca le han faltado a nuestro amor
para estar vivo razones ...
En audición: Antonio Vega "De seda y hierro"
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