Zona de tránsitos


Estoy sentado en la zona de tránsitos del aeropuerto. La gente va y viene. Algunos van y vienen, andan perdidos. Como esa familia que arrastra dos niños y tres mochilas, el pequeñín de unos cuatro años con una mochilita a la espalda (siempre me ha hecho gracia esa estampa, ¿para qué querrá llevar un niño una mochila en la que, realmente, no cabe nada?) y parece que no encuentran su puerta de embarque. Un número y una letra, eso son las puertas de embarque y, además, las ponen correlativas y con un color para cada letra. Imposible perderse, pienso yo, siempre creyendo que todo es más fácil de lo que es.

También hay gente en los bares. Siempre hay gente en los bares, hasta en los aeropuertos. Ejecutivos que repasan no sé qué en sus portátiles. Turistas repasando las guías de viaje por enésima vez. Personal del aeropuerto que los usan, que digo yo que les harán un precio especial, porque si no, no se entiende, vale más traerse el almuerzo de casa. No hay pilotos ni azafatas, ellos viven en otro mundo, andan por pasillos ocultos que nadie conoce salvo ellos. De repente se materializan ante los mostradores de las puertas de embarque. Eso sí es un misterio.

Son tan grandes algunos aeropuertos que las señoras de la limpieza van en coche. Ya querría uno así la de mi trabajo, pienso yo. Aunque entre el baño y el pasillo de mi oficina no hay espacio para que el coche maniobre, y abandono esa idea. Los aeropuertos siempre parecen limpios, salvo cuando hay huelgas, que los ensucian a propósito para que se note que hay huelga.

Los ejecutivos van con traje, ellos y ellas. Los comerciales con americana, para ellos se admite no llevar corbata en el vuelo, ya se la pondrán al llegar. Ambos se caracterizan por la gomina y el maquillaje. Los turistas van en bermudas y sandalias. Las viejecitas arrastran grandes bolsos en los que perder fácilmente las tarjetas de embarque, los dni siempre en el fondo del bolso. Gente que viaja con el chándal y la camiseta del Real Madrid o del Barcelona, no sé cómo se atreven, para mí es ridículo pensar en viajar con la camiseta del Mallorca. Salvo que vaya a ver una final de algo.

Sigo sentado, comiéndome mis bocatas de tortilla. Y estoy triste, con la tristeza que añade una tarde de aeropuerto a una mañana de despedida. Aún puedo notarte y olerte. Pero no pasa nada, hace tiempo que aprendí a encontrar mi puerta de embarque y hace tiempo que sé que en ese aeropuerto no se avisa por megafonía de los vuelos. Debo ser un usuario adelantado de los aeropuertos.

... no me importan las despedidas
porque te encontraré
tampoco quiero ya mi vida
te la regalé ...
En audición: Los Secretos "Cada vez que me miras"

1 rastro:

Sin pensárselo dos veces Ani garabateó:

Vamos, anímate, que queda un día menos para volver a verla.

Publicar un comentario

Desde aquí puedes dejar un rastro...