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Así que salgo por esta rotonda, busco una librería, giro a la derecha, encuentro al final de la calle una gasolinera verde y llego a otra rotonda y es justo allí delante, a cien metros escasos. Desde luego era más fácil por teléfono que en la calle, a oscuras. ¿Será esta la librería? Debe serlo, hay una calle que baja hacia la derecha. ¿Pero en qué líos te metes? Me dijo que al final de la calle hay una gasolinera verde pero esta es amarilla. ¡Ay que igual me he perdido! Por cierto, qué poquito se fija en los nombres, hasta yo sé que las verdes son de BP, las amarillas de Shell, las rojas de Repsol. De todas maneras debe ser esta, aquí hay otra rotonda. ¿Cómo será ella? ¿Será tan fea y bajita como me aseguró? ¿y de qué vamos a hablar cuando nos veamos por primera vez? Qué tontería preocuparse por eso, como si fuera la primera vez que fuéramos a hablar. Si viniste hasta aquí fue porque los dos queríais conocernos en persona, ¿no? y por un regalo de cumpleaños, así que ahora no vale recular, seguro que la conversación sale fluida y sola, como de costumbre. Sí, pero cuando la llamé desde el hotel pareció nerviosa y me citó para una hora más tarde de la primera hora que yo propuse, ¿no será que no quiere verme? Joder, está todo oscuro, con razón pensé yo que hubiera sido mejor una primera cita por la mañana. Esto está muy descampado, no se ven muchos edificios por aquí ¿qué es esto, un colegio, un instituto? ¿Seguro que es por aquí? Igual tendría que haber tirado hacia abajo siguiendo las vías del tranvía, que el tramo final no me quedó muy claro. Mejor me paro aquí y la llamo y que me dé nuevas indicaciones. Hola, soy yo, mira que estoy parado como en la puerta de un instituto o algo así, "sí, ya te veo, tranquilo, ahora bajo". Y cuelga. ¿Cómo que ahora baja? ¿desde dónde baja? ¿cómo me ve si yo no veo viviendas por aquí? ¡Ay qué rarito! ¿Dónde te has metido esta vez? Esa pregunta no tiene sentido, ahora no vale querer salir corriendo, aunque ella siempre dice que me dará un minuto de ventaja si quieres salir corriendo al verla. Estás aquí por voluntad propia y por sus palabras, porque es divertida y te hace reír y te hace pensar y cuando la ves asomar por tu pantallita se te alegra el espíritu. Es eso. Pero ahora que me fijo, esto está empezando a ponerse muy concurrido, a llenarse de estudiantes que entran y que salen, ¿quién de todas será ella? El pelo rizado, ese dato lo tengo, pero vete a saber con esta oscuridad. Se acerca una chica hacia el coche, pero me da que es demasiado joven, además lleva una carpeta en la mano y la mochila, ¿bajará ella con mochila y carpeta para disimular? Debería salir y esperarla fuera del coche, pienso. Pasa de largo, no es ella. Voy a salir del coche, preocupado, como si el coche me hiciera invisible, vaya tontería de pensamiento. Viene otra chica subiendo, chaqueta blanca, vaqueros azules, demasiado directa hacia mí, con aparente seguridad. Debe ser ella, su pelo ensortijado la delata. Ya está, ya me he puesto nervioso. Parálisis. ¿Voy hacia ella o la espero aquí? La espero porque no consigo moverme, un paso apenas cuando ya es inevitable (vaya palabra que me sale de la mente en ese momento, inevitable, so tonto, si querías que fuera evitable no haber venido, que nadie te ha obligado) que nos tropecemos. Hola. Hola. Dos besitos, uno por mejilla que diría Sabina. Pienso en el concierto de Sabina que no fue, pero eso ya está aclarado. Intento mirarla un poco mejor pero es de noche y a las amigas no se las escruta con lupa. Ella entra en el coche con soltura y desparpajo y yo no he sentido ni el más mínimo impulso de salir corriendo. Vamos bien, pienso. Una vez dentro las palabras empiezan a fluir y las cosas siguen su curso, un curso que ellos, ingenuos como adolescentes, todavía desconocen.

... y se quedó
con su bolso de piel marrón,
y sus zapatitos de tacón
sentada en la estación ...
En audición: Joan Manuel Serrat "Penélope"

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