Los domingos toca


Esta semana he renovado el abono del equipo de fútbol de mi ciudad. Por vigesimo primer año consecutivo. Bueno, en realidad empecé a ir al estadio el año mil novecientos ochenta y tres, pero por aquel entonces no era socio del equipo, simplemente pagaba mi entrada cada vez que iba (entraba como infantil y costaba la entrada cien pesetas, mi asignación semanal entera). El año ochenta y seis, tras un nuevo ascenso a primera división, decidí hacerme socio, pero ese año hice una trampita para pasar por infantil: fotocopié la parte delantera de mi documento nacional de identidad junto a la parte trasera de la de mi hermano pequeño. Creo que a los cinco años prescriben los delitos, así que ya no tengo nada que temer. Al año siguiente, ya con veinte años, me dio vergüenza seguir pasando como juvenil y me hice socio adulto. El socio número diez mil ochenta. Desde esa fecha he ido renovando el carnet con mi identidad real. En veintiún años he bajado hasta ser el socio número seiscientos setenta y uno de los más de quince mil que dicen que hay (en cualquier caso yo no sé dónde se meten, porque en el campo nunca somos tantos). Bueno, en realidad ahora ya no somos socios. Desde que los clubs de fútbol pasaron a ser sociedades anónimas deportivas ya no hay socios, porque eso significaría compartir las acciones con el propietario del club y eso, como que no. Ahora simplemente somos abonados.

En estos veintiún años he visto de todo: finales, ascensos, descensos, partidos con el campo lleno, partidos en familia, pañoladas contra el equipo, olés y olas en el campo por el buen juego, el traslado al nuevo estadio, jugadores que han marcado época y que luego fueron cracks mundiales, jugadores que valían menos que las botas que usaban, goles tontos, goles espectaculares, goles en el primer minuto, goles en el tiempo de descuento, entrenadores muy buenos, entrenadores muy malos ... en fin, de todo. Al principio, cuando era más joven, sufría muchísimo con el equipo, tanto que si perdía yo ni cenaba esa noche. Con el tiempo he ido alejando mis sentimientos, he ido viendo el fútbol con otra perspectiva y, aunque prefiero que gane siempre, si pierde no hago ningún drama. Las derrotas entran dentro de las posibilidades y, con un equipo como el mío, entran bastante dentro de las posibilidades. Y aunque a veces voy al campo casi por rutina, confieso que si jugáramos otra final (de lo que fuera) intentaría no perdérmela como siempre hice, porque, los colores, la camiseta, el escudo, se me han metido tan dentro que no podría dejar pasar un partido así sin ir a verlo.

Lo raro es que aún no me hayan concedido la insignia de oro del Club. No lo entiendo.


... tengo antídotos de muchos males
menos de mí mismo,
me obligo a aprender sin escatimar cicatrices ...
En audición: Maga "Mi casa de pájaros"

0 rastros:

Publicar un comentario

Desde aquí puedes dejar un rastro...