Obviedades a tumba abierta


Estoy muy bien. No. Estoy mal. No, mal no estoy, eso es mentira. Estoy bien. Bien pero algo mal. Claro, parece un contrasentido. Hace tiempo que no me sentía así. Bueno, en realidad, nunca me había sentido así. Es algo nuevo para mi y siento que también para tí. ¿Hasta qué punto somos dueños de nuestros sentimientos? ¿Cómo controlarlos veinticuatro horas siete días por semana? Cuando nos ponemos racionales no queremos. Pero hay momentos en los que es imposible ser racional y a veces se disparan las emociones. Y queremos. Y cuando me dejo llevar subo y subo y subo a tu cielo. Tal vez pasos hacia el abismo. Pero tal vez no. Esa es mi esperanza y mi creencia. Fuera pesimismo. Tenemos las manos, podemos cogernos mutuamente. Te necesito y estás ahí, muy cerca. Pero no estás cerca, lo sé, no soy tonto. Sin embargo estás y estar es mucho. Casi siempre suficiente. A veces insuficiente, lo reconozco. Pero no me duele que no estés porque sé que quieres estar y que yo esté. Y eso me alegra. Querer estar es lo que cuenta. Estaré mientras quieras que esté. Los japoneses, que se den prisa. Estoy bien contigo. Cuando estás y cuando estás más lejos. No me hago daño. No me haces daño. Elijo y elijo tu camino. Es una elección que no duele. Reconforta. Alegra. Sí, lo sé, la distancia. Pero nadie se obliga a querer estar. Eso sale de dentro. Es incontrolable. Podría glosar mil horas sobre lo que significas para mi, pero ya lo sabes. Digo te quiero y quiero decir exactamente eso. Con sus limitaciones y sus excelencias. Con el punto de necesidad mutua que conlleva. Y tú me contestas. En el mismo sentido repites mi frase. Y soy feliz. No disimulo lo que siento. Y estoy muy bien. A la mierda los japoneses.

He intentado no pensar en nada,
no dejarme llevar por la pena,
fingir que todo va bien,
que ayer no lloré por ti ...
En audición: Conchita "Verás"

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